viernes, 9 de agosto de 2013

Milano

(Me la agarras con la mano)


Si algo he aprendido tras el viaje a Milán es: en primer lugar, que preparar las cosas con más atención (o con más tiempo) hará de tu viaje una experiencia mejor y, en segundo, que el karma existe, y lo que empezó de puta pena puede acabar de forma maravillosa.


El viaje comenzó como todos los demás: trayecto en tren. En este caso, de casi 6 horas. Fuimos hasta Brig, desde allí a Domodossola (ya en Italia) e hicimos transbordo hacia Milán (2 horas en el infierno: un tren sin aire acondicionado a nosecuántos grados y lleno de gente). La estación era preciosa. Casi nos hace olvidar (NO) el calor abrasador del ambiente. (No hice fotos, porque estábamos locas por llegar al hotel y dejar las maletitas y ver qué hacíamos). 

A pesar de que, acorde a Google Maps, el hotel estaba a 8 minutos a pie, decidimos ir a coger un taxi porque no sabíamos a qué dirección tirar. El taxista, súper majo, nos dijo que estaba muy cerca, que no merecía la pena coger el taxi y nos indicó la dirección ("tutto dritto a dove passa il tram e girare a destra" o algo así imagino que nos dijo). 


La Scala
Llegamos al hotel. Una mujer un poquito seca, pero al final simpática, nos atendió. Habíamos hecho reserva para 3 personas, pero una no pudo venir y claro, nos dijo que no se podía cambiar. Le preguntamos por un mapa de la zona (ya que la Oficina de Turismo estaba cerrada cuando llegamos). Dejamos las cosas, cogimos el mapa (We're tourists and we know it) y fuimos hacia el tranvía a ver hacia dónde nos llevaba. No encontramos dónde comprar tickets para el tranvía (y, de hecho, estuvimos montando los dos días y hemos vuelto sin saber dónde se compraban los billetes. Si alguien lo sabe, por curiosidad, que me lo diga). Preguntamos cómo ir al Duomo, nos indicaron para coger el Metro y allí que fuimos.

Es maravilloso salir del Metro y encontrarte algo como esto:

Il Duomo

(Para que os hagáis una idea, la salida del Metro está justo a la izquierda de esta imagen)

Vittorio Emanuele II
Dimos un paseo...Disfrutando de las vistas. (Yo había olvidado mi cámara de fotos que siempre llevo en el bolso, por lo que ¡había que volver!). Fuimos a buscar dónde comer. Pasamos un buen rato... El camarero, tipiquísimo italiano, camelándonos. Elegimos una pizza y rissotto, acompañados de vino blanco. Y...NUESTRO MOMENTO DE DEBILIDAD. Hacía tantísimo calor, que pasamos de largo al lado de la tienda de Massimo Dutti y sentimos el aire acondicionado (cómo saben los cabrones), así que entramos "sólo a mirar" y a aprovechar el fresco. Es decir, una hora después y 45 euros menos en la cuenta, proseguíamos nuestro camino.

Vittorio Emanuele II
Teníamos ganas de salir de fiesta, así que nos pusimos guapas (o lo intentamos) y salimos a ver dónde íbamos. (Obviamente, a mí no se me había ocurrido buscar sitios de fiesta). Estamos tomando algo y preguntamos a las chicas de al lado, que amablemente nos sugirieron dos sitios los cuales nunca encontramos. Llegamos a la parada de Metro que nos habían dicho. Dos chicos empezaron a seguirnos e Irene empezó a ponerse nerviosa. (Yo que soy de Parla, pues me daba un poco igual, pero estábamos en una zona un poco vacía). Preguntamos a una pareja a dónde ir y nos indicó otra dirección. Dimos media vuelta y un coche se paró a hacernos gestos. Irene ya quería morirse. El coche nos seguía y se paraba. Yo le hice un corte de mangas. Y creo que lo pilló. Se largó. Aquí nuestras ganas de fiesta ya habían flojeado. Seguimos dando vueltas buscando un sitio, preguntamos a unas chicas, y nada. No lo encontramos. Los mosquitos nos inflaron mientras esperábamos para encontrar un taxi. Mañana sería otro día.

Y así fue. Desayunamos, nos dejaron guardar las maletas en el hotel y fuimos a la Piazza Duomo y empezamos nuestro recorrido fotográfico. En nuestro paseo, un conductor de tranvía muy majo se ofreció a sacarnos una foto y nos dijo si queríamos sacarnos una en el asiento del conductor. ¿Cómo no? A la izquierda, tenéis la prueba. 

Detalle del Duomo
Disfrutamos de un maravilloso concierto en la calle: tres violinistas y dos chicos tocando el acordeón. Tomamos un capuccino al maravilloso precio de 1,50 €. Esta vez para comer cogimos un tipo de pasta que no recuerdo el nombre, y un surtido de verduras típicas. Después de comer fuimos a por las maletas y a la estación de tren, tras una serie de complicaciones en las que tuvo que ver que no hubiera tickets disponibles para volver, afortunadamente lo conseguimos. 

Vuelta a casa y comienzo de una semana que, en mi caso, no ha sido nada dura, porque apenas he tenido que estar con el niño. Salvo hoy. 

lunes, 5 de agosto de 2013

Yvoire

1 de agosto. Fiesta nacional en Suiza. El único día del año en el que sus reprimidas almas gritan y explotan en forma de fuegos artificiales interminables. Tiendas cerradas, pero carpas para beber y comer al lado del lago. Allí, todas las familias y jóvenes con sus ropas de domingo. Lo festejan mucho más que Nochevieja o Navidad.


Así que Irene y yo cogimos un barco desde Nyon y nos fuimos al otro lado del lago Lemán.




Yvoire

Un pequeño pueblo medieval situado en Francia. 










Esta villa está rodeada por unas murallas del siglo XIV y por todas las calles en las que paseas, las flores dan un color maravilloso a los muros y ventanas. Me recordó mucho al pueblo de Gruyères en Suiza, pues es pequeñito, amurallado, acogedor y precioso. Personalmente, este tipo de pueblos son los que más me gustan y llaman la atención.

Si estáis visitando la zona del lago Lemán, es muy recomendable. El barco es incluso más barato que el tren en Suiza, y en Yvoire, aunque caros de todos modos (pues no deja de ser destino turístico), los precios son bastante más aceptables que vayas donde vayas en Nyon.

A pesar de que recomiendan ir al "Jardín de los cinco sentidos", a nosotras nos dijeron que no merecía la pena para nada, pues era un pequeño laberinto con flores y poco más. Así que confiamos en las palabras de Merce y nos ahorramos la entrada.



Además, comimos en un restaurante que hay en la pequeña placita, un menú muy bien de precio. Y es que hay bastantes restaurantes con muy buenas vistas cuyo menú ronda los 40 euros. Pero a las tres de la tarde (que es cuando queríamos comer) ya habían cerrado la cocina. Por 17 euros comimos menú que tenía pescadito frito que ambas extrañábamos tanto. Nos encantó. Amenizadas con música clásica que venía de la pequeña placita, donde unos músicos tocaban el violín, el violoncelo y el contrabajo.


Cuando volvimos a Nyon, fuimos a cenar las únicas "tapas" que aquí he visto por el momento (y la verdad no pretendo seguir buscando). En El Cafe des Moulins puedes ver a todo el mundo bebiendo una copa de sangría y comiendo tapas. Irene quería probarlas y yo me dejé engañar. Si eres español, NO LO HAGAS NUNCA. Sangría = 12 francos (10 euros) lo venden como si fuera un cubata, y no es más que vino. Las tapas, aunque contundentes, son básicamente fritos y embutidos por 25 euros por persona. Así que no merece la pena para nada. 

domingo, 4 de agosto de 2013

Bailemos



No sé si te acordarás de los teloneros cuando fuimos a ver "El Canto del Loco" (por tu cumpleaños de 2009...hace casi nada). El grupo se llamaba "Sidonie" y me parecieron unos tontainas, porque llegaron claramente borrachos al escenario y me pareció una falta del respeto al público. Y tú dijiste "a éstos los conozco" cuando sonó "El Incendio" (esa canción que les hizo saltar a la comercialidad por un momento efímero). Digamos que me cayeron mal en un principio. Pero gracias a que allí los escuché por primera vez, me di cuenta que me gustaban y empecé a escuchar más canciones de ellos. Desde entonces, les he visto en directo cuatro veces más (siempre que he podido).

"¿Y qué cojones tienen que ver conmigo?" Te preguntarás (con razón).

Tú tampoco me caíste bien la primera vez que te conocí. Hace tantos años de eso que ni me acuerdo. Me parecías un idiota (y de hecho, lo eras). Pero bueno, luego gracias a esos amigos maravillosos que tienes y a tus hábiles destrezas con el baile, empezamos a hablar a diario. Y 7 años después, aquí estamos. Eres algo esencial en mi vida, aunque no podamos vernos tan a menudo como nos gustaría.

He hecho esta entrada lo más rápido posible para llegar antes de las 12 p.m. y que aún siga siendo 4 de agosto (por si nadie te lo ha recordado: tu cumpleaños). Ya que, aunque fuera un minuto y desde Italia, te he felicitado como sé que te gusta, nunca pueden faltar lo barato, público y básico en nuestra comunicación diaria: Internet. 

No olvides que los que te queremos siempre estamos. Desde donde sea, a la hora que sea, como sea y por lo que sea.

Ah...¡Casi lo olvido!

MUCHAS FELICIDADES, PEQUEÑAJO


P.D. Tú vida empieza ahora. No dejes de disfrutarla ni un segundo.