(Me la agarras con la mano)
Si algo he aprendido tras el viaje a Milán es: en primer lugar, que preparar las cosas con más atención (o con más tiempo) hará de tu viaje una experiencia mejor y, en segundo, que el
karma existe, y lo que empezó de puta pena puede acabar de forma maravillosa.
El viaje comenzó como todos los demás: trayecto en tren. En este caso, de casi 6 horas. Fuimos hasta Brig, desde allí a Domodossola (ya en Italia) e hicimos transbordo hacia Milán (2 horas en el infierno: un tren sin aire acondicionado a nosecuántos grados y lleno de gente). La estación era preciosa. Casi nos hace olvidar
(NO) el calor abrasador del ambiente. (No hice fotos, porque estábamos locas por llegar al hotel y dejar las maletitas y ver qué hacíamos).
A pesar de que, acorde a Google Maps, el hotel estaba a 8 minutos a pie, decidimos ir a coger un taxi porque no sabíamos a qué dirección tirar. El taxista, súper majo, nos dijo que estaba muy cerca, que no merecía la pena coger el taxi y nos indicó la dirección ("tutto dritto a dove passa il tram e girare a destra" o algo así imagino que nos dijo).
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La Scala |
Llegamos al hotel. Una mujer un poquito seca, pero al final simpática, nos atendió. Habíamos hecho reserva para 3 personas, pero una no pudo venir y claro, nos dijo que no se podía cambiar. Le preguntamos por un mapa de la zona (ya que la Oficina de Turismo estaba cerrada cuando llegamos). Dejamos las cosas, cogimos el mapa (We're tourists and we know it) y fuimos hacia el tranvía a ver hacia dónde nos llevaba. No encontramos dónde comprar tickets para el tranvía (y, de hecho, estuvimos montando los dos días y hemos vuelto sin saber dónde se compraban los billetes. Si alguien lo sabe, por curiosidad, que me lo diga). Preguntamos cómo ir al Duomo, nos indicaron para coger el Metro y allí que fuimos.
Es maravilloso salir del Metro y encontrarte algo como esto:
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Il Duomo |
(Para que os hagáis una idea, la salida del Metro está justo a la izquierda de esta imagen)
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Vittorio Emanuele II |
Dimos un paseo...Disfrutando de las vistas. (Yo había olvidado mi cámara de fotos que siempre llevo en el bolso, por lo que ¡había que volver!). Fuimos a buscar dónde comer. Pasamos un buen rato... El camarero, tipiquísimo italiano, camelándonos. Elegimos una pizza y rissotto, acompañados de vino blanco. Y...NUESTRO MOMENTO DE DEBILIDAD. Hacía tantísimo calor, que pasamos de largo al lado de la tienda de Massimo Dutti y sentimos el aire acondicionado (cómo saben los cabrones), así que entramos "sólo a mirar" y a aprovechar el fresco. Es decir, una hora después y 45 euros menos en la cuenta, proseguíamos nuestro camino.
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Vittorio Emanuele II |
Teníamos ganas de salir de fiesta, así que nos pusimos guapas (o lo intentamos) y salimos a ver dónde íbamos. (Obviamente, a mí no se me había ocurrido buscar sitios de fiesta). Estamos tomando algo y preguntamos a las chicas de al lado, que amablemente nos sugirieron dos sitios los cuales nunca encontramos. Llegamos a la parada de Metro que nos habían dicho. Dos chicos empezaron a seguirnos e Irene empezó a ponerse nerviosa. (Yo que soy de Parla, pues me daba un poco igual, pero estábamos en una zona un poco vacía). Preguntamos a una pareja a dónde ir y nos indicó otra dirección. Dimos media vuelta y un coche se paró a hacernos gestos. Irene ya quería morirse. El coche nos seguía y se paraba. Yo le hice un corte de mangas. Y creo que lo pilló. Se largó. Aquí nuestras ganas de fiesta ya habían flojeado. Seguimos dando vueltas buscando un sitio, preguntamos a unas chicas, y nada. No lo encontramos. Los mosquitos nos inflaron mientras esperábamos para encontrar un taxi. Mañana sería otro día.
Y así fue. Desayunamos, nos dejaron guardar las maletas en el hotel y fuimos a la Piazza Duomo y empezamos nuestro recorrido fotográfico. En nuestro paseo, un conductor de tranvía muy majo se ofreció a sacarnos una foto y nos dijo si queríamos sacarnos una en el asiento del conductor. ¿Cómo no? A la izquierda, tenéis la prueba.
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Detalle del Duomo |
Disfrutamos de un maravilloso concierto en la calle: tres violinistas y dos chicos tocando el acordeón. Tomamos un capuccino al maravilloso precio de 1,50 €. Esta vez para comer cogimos un tipo de pasta que no recuerdo el nombre, y un surtido de verduras típicas. Después de comer fuimos a por las maletas y a la estación de tren, tras una serie de complicaciones en las que tuvo que ver que no hubiera tickets disponibles para volver, afortunadamente lo conseguimos.
Vuelta a casa y comienzo de una semana que, en mi caso, no ha sido nada dura, porque apenas he tenido que estar con el niño. Salvo hoy.